Al entrar en Hangzhou por la autopista del aeropuerto, un bloque de torres con irregulares apartamentos modulares resalta entre la jungla de rascacielos que está poblando esta ciudad de nueve millones de habitantes enclavada al oeste de Shanghái, capital de la industrializada y gris provincia de Zhejiang. Con la ropa colgada en algunos de sus balcones, es otra de esas colmenas humanas que han crecido a la sombra del desarrollismo chino de las tres últimas décadas, pero enseguida se aprecia que tiene un toque diferente, un estilo personal.
El singular edificio, denominado Patios Verticales, lleva la firma de Wang Shu, el último ganador del prestigioso premio Pritzker. Nacido en 1963 en Xinjiang, la remota región musulmana colonizada durante la época de Mao por chinos de la etnia “Han” como sus padres, vivió de niño los desmanes de la Revolución Cultural (1966-76), que le obligaron a mudarse varios años a Pekín para “escapar de la gran inestabilidad social y política reinante en aquel entonces”. En fatigosos viajes de cuatro días a bordo de viejos trenes de la era comunista, se forjó su personalidad rebelde y el espíritu crítico e individualista que rezuman sus obras, apartadas de los convencionalismos estéticos que uniforman la arquitectura de masas china.
Formado en el Instituto de Tecnología de Nanjing, en 1990 alumbró su primera obra: un centro juvenil en Haining, cerca de Hangzhou. Siete años después, fundó junto a su esposa, Lu Wenyu, el Estudio Amateur, donde ha diseñado, entre otras obras, la Biblioteca de Wenzheng en Suzhou (2000), premio nacional de arquitectura en China, los museos de Arte e Historia de Ningbo (2005-08) y el campus de Xiangshan en la Academia de Artes de Hangzhou (2004-07). Tras I.M. Pei, que desarrolló su carrera profesional en Estados Unidos y fue galardonado con el Pritzker en 1983, es el segundo arquitecto chino en obtener tan alta distinción.
Al ritmo del jazz suave que suena en el hilo musical, Wang Shu nos atiende en la cafetería de diseño de la Academia de las Artes, donde imparte clases y que él mismo ha ampliado con otro espectacular campus a las afueras de Hangzhou.
– Para un arquitecto chino, ¿qué significa ganar el Pritzker en la vorágine urbanística que vive su país?
– Primero una sorpresa y luego una gran alegría porque mi trabajo no es elitista ni global, sino local. Estoy en contra del desarrollismo, las megaciudades y los grandes proyectos urbanos porque China ha perdido la Historia, la memoria y la belleza de la vida en común durante este viaje a la modernización y el crecimiento. En los últimos 30 años, se ha destruido al menos el 90 por ciento de la historia construida del país, borrándose la vida tradicional, la artesanía y el sentido del vecindario. Para que sean habitables, yo prefiero construir casas en lugar de edificios.
– ¿Qué efecto ha tenido esta modernización en la cultura china?
– China ha perdido la confianza en su cultura y nos hemos convertido en emigrantes dentro de nuestras propias ciudades porque hemos olvidado nuestras raíces, que siempre han sido muy importantes. Cuando la gente tiene que elegir entre tradición y modernidad, se queda con lo segundo porque significa dinero. China se parecía antes a Europa por su larga tradición histórica; ahora se asemeja más a Estados Unidos con rascacielos por todos sitios.
– ¿Es ese el alto precio que hay que pagar por el crecimiento económico?
– En el Gobierno ya se están replanteando la urbanización de las ciudades porque no están diseñadas para la comodidad de las personas, sino para conducir por sus grandes avenidas y trabajar en las alturas en las oficinas de los rascacielos. La gente ha perdido el sentido íntimo y familiar por las aglomeraciones. Las ciudades chinas no están hechas para vivir.
– ¿Por eso reivindica la tradición y la artesanía?
– En la arquitectura tradicional se construía con materiales antiguos que eran reciclados. Todo esto acabó con la nueva arquitectura. Pensé en recuperar este método artesanal en los tiempos modernos porque es más ecológico y conserva la tradición. A finales de los 90, vi mucha destrucción y los materiales viejos eran tirados como si fueran basura. En un rescate de emergencia, recuperé millones de tejas, ladrillos y trozos rotos de cerámica que utilicé en el campus de Xiangshan y en el Museo de Historia de Ningbo. Con este reciclaje histórico, hemos salvado 80 tipos de tejas y ladrillos con varios siglos de antigüedad. Además, los materiales antiguos son más baratos.
– ¿Cómo se puede compaginar la artesanía con la modernidad y la tecnología?
– Con la arquitectura vernácula, basada en materiales locales e históricos. La actual arquitectura china no se preocupa por el arte ni emplea la artesanía ni la tradición, que se pueden combinar porque ahora se ha abierto un camino que ya siguen un centenar de jóvenes arquitectos en China. Por ejemplo, en los Patios Verticales de Hangzhou, un rascacielos de 100 metros con 27 plantas, no usé materiales tradicionales, pero adapté el concepto de la vieja casa china con jardín a apartamentos de dos plantas donde pueden crecer árboles de hasta seis metros. Además, este proyecto es un experimento social porque combina pisos de 70 metros cuadrados con otros de 600.
– ¿Qué papel juegan la sostenibilidad y el respeto al medioambiente en sus creaciones?
– Los arquitectos debemos tener valores morales y responsabilidad social por la sostenibilidad y el medioambiente. Basándose en la tradición, el reciclaje y la artesanía están relacionados con el concepto budista del karma y la rueda de la vida.
“Gaudí y la Mezquita de Córdoba han influido en mi obra”
– ¿Cuáles son sus influencias artísticas?
– Muchos arquitectos me han influido, como Aldo Rossi, Le Corbusier, Louis Kahn y Gaudí, que experimentó con materiales y las formas vivas. No he estado en Barcelona, pero sí en Madrid, Segovia, Toledo y Córdoba, donde me impresionaron las tejas de la Mezquita, cuyo jardín de los naranjos me inspiró para el proyecto de un museo en Ningbo.
– Aunque China es ahora el destino favorito de los arquitectos por su poderío económico, ¿le gustaría dar el salto internacional?
– No he diseñado nada fuera de China, pero ya he recibido varias ofertas de otros países. Si las acepto, tendría que hacer lo mismo que hago aquí: preservar la tradición y la artesanía en estos tiempos de modernidad y globalización.
Fuente: ABC